Capítulo cuatro
Kelsey paseó la mirada por la sala, en busca de algún rostro que estuviera lleno de odio. Aunque intentaba no pensar en la nota, no podía evitarlo. La llamada de teléfono podía considerarse un chiste desafortunado de alguna borracha despechada. Quizás alguien a quien le había rozado la mano había creído que sería divertido amenazarla. ¿Pero quién iba a tomarse la molestia de dejarle una nota? Aquello ya era otra historia.
Giró alrededor de la barra y se deslizó hasta el suelo, mientras se acariciaba todo el cuerpo y arqueaba el pecho. Las mujeres gritaron hasta desgañitarse. Cada ápice de piel que recorría con los dedos le recordaba a Jordan. Deseaba notar sus manos deslizándose por los mismos caminos, sus labios sobre los suyos y sus cuerpos tan apretados que no quedara espacio ni para sudar.
Cuando terminó la música compuso una sonrisa falsa y volvió a estudiar a la multitud. Seguro que la persona que la quería muerta estaba allí aquella noche, esperando la oportunidad perfecta. O quizás el plan era jugar con ella hasta convertirla en un manojo de nervios.
—No he visto a nadie —dijo, al salir del escenario.
Darren también observaba a las mujeres enloquecidas desde detrás del telón. Esbozó una sonrisa tranquilizadora.
—Lo más probable es que sea una broma estúpida.
—Seguro que sí.
Una de las bailarinas se había puesto enferma, así que Kelsey tenía otra actuación aquella noche, antes de irse a casa. Fue a buscar a Sharon y la encontró encorvada en su silla, frente a la pantalla de su ordenador.
—¿Estás segura de que no viste a nadie dejar la nota?
Sharon le hizo un gesto para que entrara.
—Tendría que haberte llamado, pero esperaba que al final no fuera nada —titubeó, como si no supiera si debía continuar—. Creo que la persona que hizo la llamada es la misma que dejó la nota. También llamó anoche, justo después de que te fueras.
Boquiabierta, Kelsey balbuceó:
—¿Anoche? ¿Qué dijo?
—Te amenazó a ti y a la mujer con la que te fuiste.
El miedo se apoderó de Kelsey y le atenazó la boca del estómago.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No quería asustarte. Creí que era una broma de mal gusto, como todas. —Una expresión de preocupación ensombreció su rostro—. Pero usó tu nombre real.
Kelsey se apoyó en la pared.
—Dios mío, ¿estará espiándome?
Sharon se preocupó todavía más.
—Creo que deberías venirte a mi casa unos días.
—Sé cómo defenderme, Sharon.
—Ya lo sé, pero si te pasara algo no podría soportarlo.
Kelsey se compadeció de Sharon. Lo sentía por ella, pero no la amaba. Y no quería hacerle más daño quedándose en su casa como cualquier otra invitada a sabiendas de que Sharon querría más.
—Gracias por la oferta, pero estaré bien.
Sharon negó con la cabeza.
—Supongo que siempre puedes dejar que tu nuevo ligue libre tus batallas.
Kelsey se mordió la lengua para no mandarla a la mierda y regresó al bar sin pronunciar palabra. Había un taburete libre entre los hombres que rodeaban el escenario en aquel momento. Darren apareció desde detrás del telón, con su boa ondeando a la espalda. Los hombres lanzaron alaridos y dieron palmadas en el suelo del escenario para que Darren se les acercara. Alguien se deslizó detrás de Kelsey y ella miró por encima del hombro. Era una mujer corpulenta, con el pelo rubio, de punta. Le hizo un gesto con la cabeza. Kelsey le dio un repaso rápido y admiró sus potentes muslos y los hombros anchos.
—Es divertido —dijo la rubia, con voz ronca y profunda.
—Sí que lo es. ¿Te va?
Kelsey bajó la mirada hasta la entrepierna de la mujer: nunca se podía estar del todo segura con algunas travestís.
—Me va la gente divertida, pero no me van los hombres, si es lo que preguntas.
Kelsey sonrió.
—Sí, supongo que era eso lo que preguntaba.
—Me llamo Paula. —La mujer le tendió su manaza—. Encantada.
Kelsey le dio la mano. La de Paula era áspera y callosa.
—Veronica. Encantada.
—¿Vas a volver a bailar? —preguntó. Sus ojos azules relampaguearon.
—Sí.
—Bien, estoy impaciente.
Para asombro de Kelsey, la rubia cogió su bebida de la barra y se fue a un rincón. Los pensamientos de Kelsey volaron a toda velocidad. ¿Sería ella? ¿La persona que le había dejado la nota sería capaz de acercarse a ella con tanta facilidad?
En aquel momento se abrió la puerta principal y una ráfaga de aire caliente entró en el local. Kelsey miró de reojo y casi se puso en pie de golpe. Jordan estaba en la entrada y su cuerpo de vicio era como un imán para ella. Se agarró de la barra; sus ojos se encontraron. Los apetitosos labios de Jordan se curvaron en una sonrisa.
«Oh, sí. Tengo que volver a probarlos.»
Jordan se deslizó entre la multitud y se sentó en el taburete que había quedado libre junto a Kelsey.
—No sabía si volver aquí o no.
—¿Por qué dices eso?
Kelsey recorrió con los ojos el estómago firme bajo la camiseta, de color azul claro, de Jordan. Quería volver a explorar aquellos abdominales y mucho más.
Jordan se encogió de hombros.
—Volver o no volver... esa es la cuestión.
—Haz lo que te apetezca, nena. Yo estoy aquí para bailar, subir la temperatura y acelerarles el pulso a unas cuantas —Kelsey le guiñó un ojo.
«Sobre todo a ti.»
—¿Crees que podríamos repetir lo de anoche?
Kelsey sonrió. Sintió un cosquilleo en la entrepierna, que empezó a palpitarle automáticamente.
—Supongo que lo podría arreglar.
Un súbito palmetazo en la barra la hizo volverse.
—Hora de mover el culo, ricura. —Sharon señaló el escenario—. Venga.
Jordan tensó la barbilla un instante y a Kelsey se le disparó el corazón en el pecho. Sintió el impulso de meterle la lengua en la boca y degustar el sabor de su pasta de dientes. Hizo un esfuerzo para que no le temblaran las manos y bajó del taburete. Normalmente nunca se ponía nerviosa antes de salir al escenario, pero saber que Jordan estaría mirando lo cambiaba todo.
Jordan sintió una antipatía inmediata por la mujer que se le puso delante y le bloqueó la vista del escenario.
—Hola. Soy Sharon Scott, la dueña del local. ¿Quieres beber algo o qué?
—Cerveza.
Sharon puso una botella en la barra con malos modos.
—Está cogida, ¿vale? —gruñó, con una mueca en los labios.
Jordan apartó la mirada de la cerveza y miró fijamente aquellos ojos, que reflejaban aversión.
—Bueno —musitó, bajando del taburete—. Alguien debería recordárselo a ella.
Cogió la cerveza por el cuello de la botella, dejó un billete de cinco dólares en la barra y se abrió paso entre la multitud, para encontrar un buen sitio desde donde ver el baile erótico de Kelsey. El corazón le dio un vuelco cuando las luces se apagaron y una pierna fabulosa se insinuó entre las cortinas y se estiró en el aire. Tras la pierna apareció una mano, que se acarició el muslo. Y de repente el telón se corrió y Jordan notó que la respiración se le atoraba en la garganta.
Kelsey la miró a los ojos mientras avanzaba hasta el borde del escenario y se ponía de rodillas. El público le metió billetes de dólar hasta en el último hueco libre del tanga. Levantó el trasero en el aire y apoyó la cara en el suelo. A Jordan se le ocurrían un millón de cosas que hacerle a aquel culo tan apetecible, a aquel cuerpo, a aquellos labios... Diablos, a cada centímetro de su piel, firme y caliente. Sintió que su entrepierna se humedecía cuando los ojos azules de Kelsey la taladraron y su seductora sonrisa la desarmó.
Una mujer fornida, con el cabello rubio de punta, se abrió paso entre la multitud de lesbianas y travestís gritonas. El gorila que vigilaba a un lado del escenario le bloqueó el camino. Su piel oscura relucía como el ónice bajo las luces del escenario. La mujer le dio un billete y le dijo algo. Él dobló el billete por la mitad y le hizo un gesto con la mano a Kelsey, para que viera el dinero. Ésta asintió y la mujer subió al escenario. El gorila subió una silla tras ella.
Jordan sintió que el fuego la consumía cuando Kelsey hizo sentar a la rubia en la silla, le puso el tacón en el pecho y le pasó los dedos por la entrepierna. Empezó a sudar mientras Kelsey ejecutaba los mismos movimientos seductores que había practicado con ella en el cuarto interior. Deslizó las manos por debajo de la camiseta y le acarició el canalillo y el vientre. Después, le lamió las orejas mientras sus fans enloquecían.
Jordan se removió en la silla. Estaba más que dispuesta a arrancarles la cabeza a todas y tuvo que echar mano de todo su autocontrol para no saltar al escenario y llevarse a Kelsey a rastras. Echó un vistazo a las mujeres que contemplaban el espectáculo con los ojos desencajados y, cuando volvió a prestarle atención al escenario, Kelsey y ella se miraron a los ojos. Kelsey le dedicó un guiño coqueto, para hacerle saber que no se había olvidado de ella.
Jordan hizo un esfuerzo por calmar el latido desbocado de su corazón y le devolvió la mejor de sus sonrisas, aunque por dentro los celos la estaban volviendo loca. En realidad no quería ver lo que iba a pasar a continuación, pero, aun así, era incapaz de apartar la mirada.
Kelsey se puso delante de la mujer. De cara al público, flexionó las rodillas e inclinó la cabeza. El cabello le cayó hacia delante, como una cascada dorada. Retrocedió despacio hasta ponerle el culo en el regazo a la otra mujer, abrió las piernas para montar a horcajadas encima de ella y echó la cabeza hacia atrás, agitando sus bucles de oro en el aire. Con las caderas contra el estómago de la mujer, empezó a hacer un movimiento ondulante y a frotarse lentamente en círculos.
A Jordan se le aceleró el corazón todavía más cuando la mujer le deslizó las manos entre las piernas. Kelsey se las apartó, se puso en pie y negó con la cabeza. Jordan sonrió. Era la parte que más le gustaba: ver cómo la bailarina arrogante hacía trizas a la contrincante que se atrevía a desafiarla.
Cuando acabó la canción, la rubia se fue con Kelsey tras el telón. Transcurrieron varios segundos y Jordan se puso tensa. No sabía qué hacer. ¿Debía seguirlas y quitarle de encima a aquella fan babeante o debía quedarse donde estaba y dejar que Kelsey se ocupara de sus propios asuntos? Al fin y al cabo, tenía que estar acostumbrada, ¿verdad? El caso es que Jordan no lo estaba y empezaba a replantearse muy seriamente qué necesidad tenía de volver allí aquella noche, cuando por fin el telón se abrió y el travestí asomó la cabeza.
—Harold, necesitamos ayuda aquí detrás —le gritó al gorila del escenario.
Jordan saltó de la silla, superó al gorila y se abrió paso a codazos hasta el escenario. Cuando apartó el telón, casi tropezó con la rubia del pelo de punta que había pagado el lapdance público. Estaba tirada en el suelo, como un saco de patatas; Kelsey estaba de pie a su lado, con el fino tacón sobre su pecho.
El gorila chocó con Jordan y, al mirar al suelo, se echó a reír.
—¿Quién necesita a un guardaespaldas cuando tenemos a Veronica?
Agarró a la fan demasiado ansiosa y la puso en pie.
—Vamos, ya has tenido bastante por esta noche.
—¡Zorra! —le gritó a Kelsey.
El bello rostro de Kelsey se contrajo por la ira y en ese instante pareció darse cuenta de algo.
—¿Eres la chiflada que me ha dejado esa sucia nota?
La rubia le sonrió con malicia y Jordan notó un escalofrío, e instintivamente adoptó una pose defensiva.
Harold arrastró fuera a la furiosa mujer, haciendo uso de su envergadura para bloquear sus intentos de volver a saltar sobre Kelsey.
—Fuera —le gritó.
La mujer rechinó los dientes y le dio un buen repaso a Kelsey con ojos hambrientos.
—Recuerda mi cara. Un día volverás a verla.