Brillantes inconexiones estéticas

Algunos párrafos de la conferencia que leyó Abraham Valdelomar en el Centro Universitario en la noche del jueves 7 de mayo

Yo habría querido, mis jóvenes amigos, que esta plática amable se realizara a la orilla del mar[G137] , bajo el cielo hondo y azul, en un crepúsculo ebrio de color y de nobles pensamientos. Allí, mientras las ondas tejieran sobre la arena movediza sus finos encajes complicados y desgranaran en el viento sus canciones imprecisas y vagas, mientras las nubes se apincelaran en el horizonte y una ave solitaria cruzara tranquila por la infinita inmaculada curva, mis palabras tocarían vuestros juveniles corazones y vuestros cerebros aptos para la idea nueva[G138] , clara, concisa y fuerte. Allí, a la fría caricia de la brisa, yo os hablaría sin gravedad académica de puerilidades trascendentales: de la nube poliforme, de la ola fugitiva, del furtivo pez, de la brisa jovial; del dulce encanto del crepúsculo; os enseñaría a hacer fortalezas contra el embate oceánico, a escribir en hondos surcos, sobre la arena gris, nobles palabras; realizaríamos el sencillo poema infantil de agitar entre las olas, como alas de gaviotas, nuestras manos, entre la fugitiva linfa clara y verde; reiríamos alegres, con risa de primavera; y luego cansados, en el dulce reposo de la tarde, en el triste tramonto pensativo, cansado el músculo ágil y elástico, bajo el señorío aristocrático del espíritu, auscultaríamos, en el firmamento, las claras y palpitantes constelaciones para sorprender en el azul lejano y profundo, el primer rayo de Venus, la simbólica estrella a quien dieran los Incas, áureos señores magníficos, el poético nombre de Chasca, «el joven de la larga cabellera rizada[G139] ».

Evocaríamos al sutil y amado Pitágoras; y ante el noble paisaje, ante la sublime visión de la naturaleza engalanada, mi plática habría sido digna de vosotros, de mí y del crepúsculo. Mas henos aquí mis jóvenes amigos. Reemplace al espléndido decorado de la naturaleza, la belleza de vuestros espíritus, y pueda yo, cobijado en vuestra buena voluntad, realizar mi empeño y destorcer, con mesura y ponderación, la rueca complicada y voluminosa de mis ideas. Vengo hacia vosotros poseído de una extraña confianza[G140] . Estoy seguro de que seréis tolerantes porque como yo, sois jóvenes. No os pido aplausos, es tan pueril el objeto de mi conferencia. Os pido, únicamente, atención y sinceridad.

Mi juventud, esta perpetua gimnasia de mi vida, me da derecho a ser altivo y libre, sincero y pertinaz. Mi espíritu modelado a golpes de cincel; mis ideas, tesoro que he adquirido a costa de los más crueles dolores y de las más lacerantes inquietudes; mi arte, hijo de una fuerza extraña e imperativa que me induce: todo esto que es mi único botín en el combate rudo y diario, es lo que os traigo. Soy peregrino que voy con mi cofre encantado. Me habéis visto pasar desde el bosque lejano y me llamasteis. Y yo acudí al buen reclamo de la juventud. A vosotros arrojo la semilla apta de mis ideas; a vosotros jóvenes, canto mi canción; a vosotros entrego mi espíritu[G141] . Os abriré las puertas de mi alma. Nadie ha penetrado en mi templo radiante y nadie volverá a pasar sus umbrales. Aprovechad esta hora de la maravilla y venid conmigo. Os hablaré sin temor porque espero que me escuchéis sin prejuicios.

 

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