¿Y yo? Yo quiero ir... (Se incorpora en vano y vuelve a caer pesadamente.)

 

Elia

Tranquilo, padre, tranquilo...

 

Osián, desde lejos.

Maura, Maura, Maura. (Sale y tropieza con el cesto[G44] de María.)

María

Señorita Elia, señorita Elia, qué pena...

 

Elia

¿Qué tienes, mujer?

 

ACTO II

Escena I

Pedro, elia.

Pedro, Elia. El padre duerme en su silla. Pende, sobre la terraza, un farol que una cuerda sujeta a una de las columnas de la ramada. Obscuro. Son las seis de la tarde.

 

Pedro

Preparando el farol, echa kerosene[G45] de una lata en el recipiente. Mientras se ocupa en tal menester, habla.

Noche de brujas. Qué obscuro, todo obscuro. Parece que el cielo fuera la puerta de ese maldito calabozo... Y (se acerca al barandal) qué silencio. Hasta los grillos están mudos. Cada árbol parece[G46] tener un fantasma. (Suena en la campana la oración.) ¡La oración! ¿Despertamos al amo, señorita?

 

Elia

No, no lo despiertes. Recemos nosotros y recemos por él. (Se arrodillan y rezan.)

 

Pedro y Elia

Santa[G47] María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores y no nos abandones en la hora de nuestra muerte. Amén. (Se levantan.)

 

Elia

Levanta el farol, Pedro.

 

Pedro, lo eleva en la cuerda.

¿Aún no ha venido el señor Osián, niña?

 

Elia

Aún no ha venido. ¡con este invierno!... Mira hacia la ranchería... ¿Divisas algo?

 

Pedro

Apenas distingo, pero no veo nada. Yo he visto siempre en la noche; en medio de la sombra descubría a los caminantes, pero ahora es todo una sola sombra espesa. No parece sino que todo fuera una sola obscuridad... Veo unas luces en ese lado[G48] . Deben ser las de la ranchería. Ahora arde una gran fogata allá. Estarán quemando los abrojos... Sí, y sobre la llama cruza un... sí, es uno a caballo...

 

Elia

Fíjate bien, ¿no es Osián?

 

Pedro

Parece que él fuera. Pero viene al galope...

 

Damián

¿Quién va? ¡Ah!, sois vosotros. ¿Qué hora es, hija mía?... ¿Qué pasa?

 

Elia

Nada, padre. No pasa nada. ¿Estás tranquilo?

 

Damián

Soñaba, soñaba. ¡Qué cosas tan atroces soñaba, Elia! He visto en sueños a mi hija, a Maura[G49] . La he visto venir, hablarme, y cuando oí su voz quise ir a ella, y... ¡y he despertado! ¡Y nada, nada, Dios mío!

 

Elia

¡Siempre Maura! ¿Por qué piensas tanto en eso, papá? Debes olvidar. Debes hacer esfuerzos como nosotros, por olvidar...

 

Damián

¡Olvidar! ¡Olvidar! ¡A mi edad no se olvida! Yo podría olvidarlo todo, todo. Quisiera suprimirles a ustedes muchos dolores; les he suprimido muchos que eran míos, pero este dolor no. Éste es nuestro[G50] . Es de todos.

 

Elia

Sin embargo, nosotros...

 

Damián

Tampoco olvidáis. Nos ocultamos nuestro dolor unos a otros y creemos haberlo muerto. Sin embargo, no hemos hecho sino encarcelarlo[G51] . Yo puedo olvidar el dolor que me postra, que me inmoviliza. Puedo olvidar a quien me procuró esta enfermedad. Yo no te lo he dicho nunca, ya ves. Y sin embargo yo no lo olvido y llevo guardado el rencor[G52] contra Lucas; en el momento en que le tendía la rienda para pegarle en el lagar, para castigarlo, ¿sabes?, sentí como que se me encogían los nervios y me quedé inmóvil...

 

Escena II